Lunes de Pentecostés, 8 de junio de 1840, de 7 p. m. a 10 p. m.
Oh, Señor, ¿cómo se deben educar a los hijos para que algún día puedan ser llamados Tus Hijos?
1. ¡Bien, entonces escribe! — Esta es una pregunta buena y acertada a la que Yo quiero dar una respuesta clara y completa. Pero prestad mucha atención, porque cuando os doy una luz justa en este tema, es para que vosotros os convirtáis en fieles pastores de vuestro pequeño rebaño. Rebaño que, tomado desde las profundidades, fue dado a vosotros para que lo conduzcáis hacia las alturas de toda humildad y, con esto, por el camino de toda vida a través del Fuego resplandeciente de Mi Amor.
Pero esto os costará un esfuerzo algo penoso, y que este esfuerzo expíe y repare el daño causado por vuestra lujuria carnal, lujuria que a menudo la habéis practicado con vuestras esposas, y por la cual vuestros hijos recibieron el vestido de la ramera, un monumento en la Jerusalén destruida y una tumba amplia y profunda bajo los escombros de Babilonia.
2. Pues mirad, si ya hubierais renacido desde el Espíritu de Mi Amor, entonces hubierais podido limpiar antes a la muchacha elegida para tomarla como esposa, con los ríos de agua viva, que habría fluido de vuestro ser en abundancia infinita.
Y entonces vuestro matrimonio habría sido celestial, y vuestros hijos (engendrados en el deleite de los ángeles, que es una verdadera unión del Amor con la Sabiduría) serían hijos del cielo y ya habrían renacido por lo menos al 50%. La semilla espiritual escondida allí hubiera florecido ya como un fruto en la Nueva Tierra, fruto que es puesto en los grandes jardines de la nueva Jerusalén.
Y la educación hubiera sido un gran gozo para vosotros ante la faz de vuestro santo Padre.
3. Ahora, como habéis contraído matrimonio en la oscuridad del mundo, para hacer las obras de la muerte y engendrar los frutos del infierno, que son vuestros queridos y mimados hijos, por eso también es difícil retirar el veneno de la prole de serpientes. Y ya no queda otro camino aparte de la completa mortificación de la carne y el total cautiverio de la voluntad, y es que la terca voluntad de tales niños es una voluntad puramente infernal o satánica, en donde no existe siquiera una sola chispa que sea celestial.
4. Pero si creéis que estoy hablando demasiado aquí, os respondo: poned a prueba vuestra prole y no encontraréis nada más que: amor propio o egoísmo, envidia, rabia, pereza, desgano por todo lo serio y firme, y una decidida aversión secreta en contra de todo lo divino. Es por eso que sólo a través de castigos o recompensas sensuales y mundanas se les puede inducir a aprender algunas frases magras de los catecismos secos.
5. Y ahora pues, si habéis encontrado tales cosas dentro de vuestros hijos, entonces decid y confesad abiertamente que, cuando Yo os digo que vuestros hijos son verdaderos hijos del infierno, lo hago únicamente debido a Mi gran Amor por la salvación de vuestros hijos y por vuestro propio bien.
6. Ahora, si de vuestra prole queréis engendrar hijos renovados y llenos de Amor, entonces tenéis que volveros ciegos ante sus rostros lindos y muecas tiernas y graciosas, sordos a cada uno de sus deseos vanos y necios, y tenéis que atrapar a tiempo cada chispita de sus voluntades malvadas, tercas y egoístas, para que se genere un espacio para Mi Amor, y para una nueva voluntad que proviene del Amor.
7. Todo lo que los hijos deseen obstinadamente, debéis negarles, aunque sea bueno, para que no cobre vida sus voluntades, sino la vuestra mediante la entrega y obediencia justa y sanadora dentro de sus corazones.
8. Castigad siempre la terquedad y la falta de voluntad, la pereza y el desgano hacia lo divino, pero especialmente el desprecio (que se esconde secretamente en el corazón) por las amonestaciones y correctivos sanadores, así como el desprecio de Mi Nombre y todo lo relacionado a Él.
9. ¡Cuando ellos actúen bien, no los elogiéis y menos recompenséis a los hijos! Decidles con bondad y firmeza que han hecho una obra de la nueva Voluntad, por la cual el Padre Celestial tiene ya un poco de alegría.
Y si un hijo ha hecho algo por sí mismo, en un período libre del deber, en un tiempo de descanso y que parece como si fuera algo bueno, entonces preguntad y averiguad con precisión sobre el motivo por el cual lo hizo.
Y cuando, con precisión, hayáis averiguado el motivo, ya sea por amor propio, o por amor al deber, o por amor a vosotros, o por amor a Mí, entonces dirigid vuestro disgusto o complacencia de acuerdo al motivo.
10. Pero sed ahorrativos con vuestras caricias o mimos, como lo es el invierno con los días cálidos, para que el brote de los frutos no se destruyan en una tentación subsiguiente, como sucede con las flores de la primavera por una maduración tardía.
Más bien, dejad que a menudo soplen vientos fríos para purificar el aire contaminado alrededor de los jóvenes corazones en beneficio del espíritu.
11. Enseñad a los muchachos a obedecer ciegamente y hacedles reconocer la causa del mandamiento en Mi Amor. Y castigad su curiosidad o deseos de entrometerse en asuntos ajenos y a la adicción al juego excesivo e indecente, e indicadles que se esfuercen por adquirir un temperamento calmado.
12. A las muchachas mantenedlas en casa y no dejéis que despierte en ellas ni el más mínimo deseo impropio, sea lo que sea. Y nunca les concedáis ningún deseo, por más pequeño que sea, antes de tener muy claro el origen del mismo, por más secreto que sea.
13. Protegedles con mucho cuidado de reuniones con niños extraños, aquellos que disfrutan de una educación mundana; de lo contrario, vosotros mismos habréis acumulado grandes nubes de granizo, con las cuales no quedará ninguna espiga de trigo sana y salva.
14. A medida que crezcan, proceded con una justa severidad de pasos séptuples.
15. Más bien preferid oír llorar a vuestros hijos dolidos por su perniciosa vanidad que regocijaros en sus alegrías mundanas y soberbias, para que seáis como los ángeles en el cielo que tienen gran alegría en los que lloran de arrepentimiento en el mundo.
16. Que una muchacha enojada e iracunda ayune siete veces más de lo que ha durado su enojo, para que se vuelva suave como una paloma.
17. Que vuestro amor sea oculto a ellos, como Yo lo soy a vuestros ojos, para que el fruto nuevo y tierno no se asfixie en el calor de un fuego prematuro.
Id abriendo también vuestro corazón con un amor comprensible hacia los hijos recién nacidos espiritualmente. Haced esto en la misma medida en que se vaya manifestando el fruto (que brota de las nuevas semillas del cielo, y se vuelve más y más firme); y en la misma medida en que el Amor verdadero y puro se vuelva cada vez más visible en sus corazones, es decir el Amor verdadero y puro por Mí; y finalmente también en la misma medida en que la fe resultante se vuelva más y más activa.
18. ¡Mirad, este es el camino de vida para vuestros hijos! Y éste es el único, y aparte de éste no hay otro, al igual que aparte de Mí no hay ningún otro Dios.
Quien quiera caminar en él, encontrará bendiciones y reconocerá que el camino proviene de Mí. —
Pero quienquiera andar según el libro del mundo, ciertamente encontrará su recompensa allí con el príncipe del mundo en el charco de la eternidad. — Amén. Yo, Dios, el Santísimo, y Jesús, como el Padre — Amén.
Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 1, recibido el 8 de junio de 1840 por Jakob Lorber.